TIENE DERECHO A GUARDAR SILENCIO. Storytelling empresarial.

Había sido todo en el mundo empresarial; un hombre de éxito, seguro de sí mismo y con firmes pilares morales esculpidos por los jesuitas.

¿Quién le ha visto y quién le ve? Convertido hoy en un hombre cabizbajo, silencioso, jubilado a la fuerza y que sigue yendo a trabajar aunque ya no le necesitan en el despacho. Esa opción es mejor que afrontar su otra vida, en la que ha fracasado estrepitosamente: la de la familia y los afectos.

Sale cada mañana de su casa digno y altivo, como si su labor en el bufete de abogados al que perteneció fuera necesaria. Llega con su maletín repleto de folios que marear y escritos que volver a repasar para matar el tiempo. Todos le siguen la corriente, aunque no le asignan ningún caso nuevo. Bastante tiene con el suyo.

Un antiguo empleado, al que trató como a un hijo para disimular durante años, ha decidido denunciarle por un delito que le puede llevar a la cárcel. El mirlo blanco mutó en oveja negra mostrando una rebeldía inesperada. ¿Quién iba a imaginar que no agacharía la cabeza como los demás y se iría al Fogasa sin protestar?

Lo que más le molesta es que, esa china en su zapato, vive cerca de su casa desde hace muchos años. ¿Cómo se atrevió aquel obrerazo a venirse a vivir a su barrio de toda la vida? Siente que es un forastero al que siempre que podía, intentaba recordarle en la oficina quién era el Jefe. Un método infalible durante mucho tiempo. Conseguía, de forma milimétrica, que su subordinado sintiera temor antes de hablar con él... y alivio al terminar.

Volver cada día

La vuelta a casa es más dura que la ida a ese trabajo ficción. Regresa con la sensación de haber consumido otro día de una vida dedicada al trabajo, como si de una cuenta atrás definitiva se tratara. Siente, en esa corbata innecesaria que aprieta su anciano cuello, el agobio de volver a un hogar que tuvo abandonado todo el tiempo que le duró su éxito como empresario.